viernes, 7 de septiembre de 2007

Diálogo del Cadaver Exquisito


La escena se remonta a lejanías insondables, rupestres. A la rutina de los atardeceres, tres oscuridades más acá de esa sierra que se podría divisar. Un cuerpo está tendido.
No sabría representar dicha soledad, ni dichos atardeceres, solo un cuerpo tendido cargado de una ansiedad innombrable, deseable enfermable de estatísmo -constituiría un burdo eufemismo mencionar que estaba solo; que estuviera también fumando es fortuito y anecdótico.
«No vuelvas a mirarme de esa manera» se dejaba evocar una voz, repercutiendo cóncava en los pliegues del sombrero caído. Dije eso porque tenía que decir si o si, no había oportunidad de callar más silencio no cabría en la situación... más hubiera llevado al azar el o los cuerpos todo...se había convertido en gestos no podía frenar las manos ni el despojo que largaba y fluía en el contorno cuerpal.
-Lo que dijimos, formalidades telúricas mediante, no son otra cosa que una sarta de impudicias. La bilis, mujer, el epítome de la grosería. Me escupirías antes de reirte. El asco no nos callaría, haríamos saltar carcajadas en los lindes de la locura o la morbosidad y te gustaría.
Es probable no puedo no reirme ni negar el escupitajo pero el juego...vale todo absolutamente la universalidad de probabilidades.
No puedo distinguir nada desde acá... « Dejá de Ser»(pensó, pienso) quizá así nos podríamos llevar mejor y descubriríamos como son los eternos veranos. Sol. Solo.
"Es probable que no haya una comunicación que ésta, la de mi esquizofrenia". Pensó una voz.
No podemos callarnos, no podemos estar sin una alteridad que te juzguem te desee, te tema, te aborrezca. Ese es el llebarse bien. La otra posibilidad es que un solo tipo, solo, nos esté sintiendo a todos. Capaz que sea yo. No te enojes, si fuera postulable una divinidad femenina -y fijate que digo "si fuera"- también podrías ser vos.
Y así hablaban y discutían la/las voces la humanidad y los dioses desde la sierra solipsista del cuerpo «No me ignores, por favor» mientras que ponemos colores en los ojos y no dejamos llevar en la armonia visual te toco o creo siento que sí.
«Seremos tan idiotas como para seguir hablando?» Serán otras palabras las que no se dejaron decir. Sé que fuiste un sueño liviano en columnas estremecidas, que cantaste a los gritos y saltaste en un rito que aún desconozco. Ya no puedo confiar en lo que estoy diciendo. Ciero al viento de nimiedades que pudiera no omitir. Aliviano la espalda y caigo me relajo no estoy hecho para resistir el viento ese viento ¿Pero cómo sos los finales? ¿"simultaneidades orgásmicas"? ¿desquicio felexivo de manos? esa sí que es antropología confiable o por lo menos por un segundo corporal totemizado mientras tanto uno habla y otro escucha... «por favor, no me ignores».
No sé nada de escatología. Supongo que la mía es un alma un poco almidonada como para decantar en semejante imposición. Incluso ahora no podría encontrar necesarias esta clase de situaciones, con esa carga de ineluctable sexualidad que contienen todas las desvirgaciones, todos los nacimientos, todos los momentos históricos. «Callate sin cerrar la boca»...
Porque sino dejás de besar y eso es precisamente lo que no entendés, a donde no llegás de ninguna forma ni siquiera terminando, esa blancura que no nos pertenece esa frescura que no es de nadie como el viento que recore y traspasa entre los cuerpos desnudos, denudos de palabras.«No te olvides de tu esquizofrenia»...
Precisamente. Me la hacés acordar.

29/08/07, por D. P. y Lola Gómez

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